No soplan vientos de fronda en estas tierras mexicas. No, todo lo contrario, por los rincones del norte, por las latitudes del entorno de la república, por costas y montañas lo que sopla, lo que se abate, implacable, son rachas de vientos violentos, son ciclones avasalladores los que caen sobre la inerme población que habita esta nación, que hoy celebra doscientos años de independencia y cien de una revolución. Y los aires, las tormentas, los ciclones que golpean sin misericordia a los pobladores nativos son las figuras que utilizo para retratar todos los males provocados por una clase política que se ha enriquecido a costa de la pobreza popular. Sí, la revolución ha sido traicionada, ha sido echada al cesto de la basura histórica, hoy, las mismas condiciones que provocaron el movimiento armado son las mismas que prevalecían antes del levantamiento: los políticos adueñados del poder, defienden sus privilegios y las ganancias de la clase en el poder, utilizan para ello a la Iglesia, al Ejército, y un sistema judicial entregado a esos intereses; sí, la justicia con las leyes actuales reprime los movimientos sociales y criminaliza todas las demandas de obreros, campesinos y trabajadores: ¡Ergo! ¿Qué se festeja? ¡Qué se celebra? Y en cuanto a los doscientos años de independencia, que con bombo y platillo los políticos lanzan frases, discursos, música y fiestas, celebrando tal acontecimiento, hoy, nuestro país obedece los mandatos de organismos internacionales, la economía está sujeta a los vaivenes de la moneda extranjera, la cultura entregada a las empresas internacionales, el cine entregado a potencias extranjeras, los mares, los ríos, las playas en poder de extranjeros, la minería dominada por extranjeros, el petróleo dado a manos extranjeras, el ataque frontal contra los ejidos, la educación en manos de personajes de derecha, y así la lista de traiciones está a la vista, por lo tanto: ¿Celebrar qué? ¿Festejar qué? ¿Celebrar que los trabajadores somos las víctimas del capital grosero, festejar que el ejército y policías reprimen a mineros, campesinos y amas de casa, aplaudir la venta de las propiedades de la nación y del pueblo, hacer fiestas por la pérdida de la soberanía? Mejor no sigo. Como no tengo dinero, tengo mucho corazón para tomarme unos tequilas y aguantar el chaparrón calderonista. Digo ¿no? Vale.Abur.
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3 de marzo 2010
María, mi bella amiga oriunda de Xomimilco, ponía en mi mesa que mira a la calle, una ringlera de tequilas y en el molcajete del centro guacamole con unas suculentas rajas de queso Cotija; para apurarme en esta tarea unas humeantes y calientitas tortillas de máiz morado me hacían “ojitos” y yo devoraba todo con singular alegría. De la mesa contigua un paisa –de los corridos feamente por el presidente del empleo- electricista sin chamba, me dijo: -“ese, mi Carlos, vamos a brindar por un hombre de bien, un hombre que toda su vida luchó encarnizadamente por la justicia y que combatió desde su alta tribuna de escritor comprometido, por los derechos de los indígenas, por que las libertades constitucionales no fueran violentados y se respetaran sus postulados”-. Claro que alcé mi copa y brinde por Carlos Montemayor. Claro que me eché el otro tequila en honor de este hombre que se nos adelantó un poco en la carrera ancestral de la muerte. Y el paisa siguió diciendo a los concurrentes de Mi Oficina: – “que lamentable es el que mueran personas valiosas, entregadas a una lucha reivindicadora por tener una sociedad mejor, y que horrible ver como siguen vivitos y coleando los jueces venales, los soldados que han asesinado a jóvenes, los calderones, los Horcasitas, los foxes, las marthas, los bribiescas, los chapos, los lozanos, los curas pederastas, los mochaorejas, y los rateros que asolan carreteras y calles y caminos de este México que antes era nuestro…”. Una lágrima escurrió por su dura mejilla. María y yo lo seguimos en su dolor. Luego reinó un silencio impresionante en la cantina mía. Todos los concurrentes –que no eran muchos, por la crisis y por los aumentos a gasolinas y a todo, que el señor que despacha En Los Pinos nos ha encajado, y que claro, él, y sus secuaces ganan dinero que es un insulto a Juárez y a Morelos y a la dignidad republicana-, apuramos nuestros tequilas para entrar en calor del horrendo frío que nos provoca el que los mismos que hace doscientos años y hace cien años se opusieron a la lucha por la independencia y que estuvieron en contra de la revolución de hace cien años, sean hoy los que desde el “gobierno” traten de celebrar o conmemorar dichos aniversarios. Qué cinismo. Apuré mi último tequila y salí con María a caminar y así no llorar del dolor por esta tragedia mexicana. Vale. Abur.
23 de febrero 2010
No soplan vientos de fronda en estas tierras mexicas. No, todo lo contrario, por los rincones del norte, por las latitudes del entorno de la república, por costas y montañas lo que sopla, lo que se abate, implacable, son rachas de vientos violentos, son ciclones avasalladores los que caen sobre la inerme población que habita esta nación, que hoy celebra doscientos años de independencia y cien de una revolución. Y los aires, las tormentas, los ciclones que golpean sin misericordia a los pobladores nativos son las figuras que utilizo para retratar todos los males provocados por una clase política que se ha enriquecido a costa de la pobreza popular. Sí, la revolución ha sido traicionada, ha sido echada al cesto de la basura histórica, hoy, las mismas condiciones que provocaron el movimiento armado son las mismas que prevalecían antes del levantamiento: los políticos adueñados del poder, defienden sus privilegios y las ganancias de la clase en el poder, utilizan para ello a la Iglesia, al Ejército, y un sistema judicial entregado a esos intereses; sí, la justicia con las leyes actuales reprime los movimientos sociales y criminaliza todas las demandas de obreros, campesinos y trabajadores: ¡Ergo! ¿Qué se festeja? ¡Qué se celebra? Y en cuanto a los doscientos años de independencia, que con bombo y platillo los políticos lanzan frases, discursos, música y fiestas, celebrando tal acontecimiento, hoy, nuestro país obedece los mandatos de organismos internacionales, la economía está sujeta a los vaivenes de la moneda extranjera, la cultura entregada a las empresas internacionales, el cine entregado a potencias extranjeras, los mares, los ríos, las playas en poder de extranjeros, la minería dominada por extranjeros, el petróleo dado a manos extranjeras, el ataque frontal contra los ejidos, la educación en manos de personajes de derecha, y así la lista de traiciones está a la vista, por lo tanto: ¿Celebrar qué? ¿Festejar qué? ¿Celebrar que los trabajadores somos las víctimas del capital grosero, festejar que el ejército y policías reprimen a mineros, campesinos y amas de casa, aplaudir la venta de las propiedades de la nación y del pueblo, hacer fiestas por la pérdida de la soberanía? Mejor no sigo. Como no tengo dinero, tengo mucho corazón para tomarme unos tequilas y aguantar el chaparrón calderonista. Digo ¿no? Vale.Abur.
17 de febrero 2010
Cuando observo el vuelo rasante de los colibríes, mis ojos se llenan de luces y de colores iridiscentes que despiden sus alas que se mueven a velocidades extremas. Sí, ese es un espectáculo digno de verse. Y todas las aves en vuelo son magníficas. Recorren distancias enormes, como la mariposa monarca, cuya resistencias granítica y su orientación sin par, ya la quisiéramos los humanos para un día de fiesta. Y los habitantes de Chalco y Neza y de Angangueo y del Arenal, cuyo dolor es infinito, y que cuando las aguas comenzaron a caer a torrentes, cuando la tragedia se cernía sobre sus casas, pienso que para salvar sus vidas, para salvar sus propiedades, sus utensilios de cocina, sus camas, sus prendas de vestir, sus alimentos todos y ellos mismos, si hubieran tenido alas –soñar ante la tragedia, no cuesta nada-, a las primeras gotas, a los primeros embates naturales, sus casas completas, desplegaran sus alas y huyeran así del peligro. La horrible realidad nos dice tercamente y de siempre que la cosa no es así, que aquí en la tierra, los humanos no tenemos alas, que dependemos de nuestros brazos y piernas para tratar de correr. Nada. Los mexicas afectados comprueban una vez más que están solos, que las palabras de los políticos calderonistas suena a todo menos a canciones de cuna, suenan a amenazas y a promesas que siempre hacen, desde años y años y más años atrás. Este gobierno ha exasperado los ánimos de los mexicanos. Las condiciones de millones de trabajadores son de verdadera penuria. El presidente del empleo se dedica a golpear a los obreros, a despedirlos, a correrlos a ningunearlos. La situación es como una vez dijo el padre Camilo Torres: “con el sistema de leyes actual es imposible esperar justicia para los pobres”. Hoy, con los foxes y los calderones la justicia rápida y expedita y cabal y para el pueblo es un utopía. Hoy con este gobierno el crimen, la sangre, la impunidad, la violación a las garantías individuales, la justicia brilla por sus ausencia. Los momentos que se viven, son los mismos que dieron motivo a los revolucionarios para acabar con el régimen porfirista. Reflexionaba sobre esto cuando María, sonriente, con sus ojos de capulín, me ofrecía mis caballitos de tequila blanco. Sí, a volar con ella. ¿No? Vale. Abur.
3 de febrero de 2010
Sigue el baño de sangre. Miles de mexicanas y mexicanos sucumben a lo largo y ancho de la república otrora mexicana. La sangre vertida en la tierra es el común denominador al hacer el recuento de los acontecimientos. La víctimas inocentes yacen por decenas en los cementerios. Los deudos lloran y sus caras reflejan la rabia, el coraje infinito al comprobar la corrupción enorme que priva en la aplicación de la justicia. Y el señor que vive en Los Pinos sigue “gobernando” con discursos, con palabras, con promesas. Sí, ante esta cruel verdad ya ni llorar es bueno. Por eso cuando yo veo en el cielo las formidables formaciones de nubes, su blancura contrastando con el azul del infinito, mis ojos se llenan de una alegría milenaria. Cuando las lluvias caen en los campos y las aves cantan sus melodías ancestrales y cuando vuelan a otros árboles y que sus alas desplegadas nos muestran la libertad de su vuelo y su soltura y su belleza natural, eso, esa manifestación de la naturaleza me hace pensar que acá, abajo, en la tierra, los mexicanos estamos condenados a tener gobernantes corruptos y miserables, hombres y mujeres a los que la vida, la dignidad, la libertad, el honor, y los valores republicanos más puros, no son valores que guíen su acciones, no son valores que antepongan a los diseños de políticas sociales. No. Ellos diputados, senadores, presidentes han destruido el entramado social de la república y ahora, los sobrevivientes mexicas tenemos un país en donde la cultura del fraude, de la irresponsabilidad, del saqueo, de la corrupción, de la impunidad, sean los “valores” que están presentes en la vida diaria. Crímenes, asesinatos, robos, balas y metralla es la horrible realidad que todos los mexicanos confrontamos. Y la clase política gozando, claro está, de sus salarios, de sus bonos, de sus sueldos millonarios. Por eso, ante esa tragedia social que salta a la vista, yo, trabajador y antes de que me corra con patadas el presidente del trabajo, me subiré a la montaña del Ajusco, María estará conmigo y desde las alturas contemplaremos el vuelo de las águilas, el canto de los jilgueros. Tomaremos unos tragos de tequila y comeremos queso Cotija. Y claro, cuando una nube solitaria cubra nuestros cuerpos, la besaré con el amor que hace falta a los politicastros. Vale. Abur.
27 de enero de 2010
Celebrar ¿Qué? No hay nada qué celebrar. El deterioro social y material y moral de la república al que la han sumido los gobiernos de derecha están más presentes que nunca. Los bandidos siempre han merodeado en este nuestro Mexicalpan de las Ingratras, han cometido sus fechorías desde sus altos puestos burocráticos; como senadores, como diputados, como presidentes. Es la historia. Los bandidos están apoderados de la nación mexica. Veamos lo que al respecto de los bandidos nos cuenta Branz Mayer, viajero, político, norteamericano, y que en 1841 escribía lo siguiente: “De esta manera proseguimos nuestro traqueteo, a veces a punto de quedarnos atascados y otras brincando en medio de la noche oscura y sin luna, con tal velocidad, que parecía de temer que nos destrozáramos contra las rocas. Dieron las seis, las siete, las ocho, las ocho y media sin que apareciese ningún bandido, a pesar de que varias veces se dio la alarma. El camino iba de mal en peor; el coche saltaba sobre las piedras como buque en mar embravecido; el cochero se veía obligado a bajar de vez en cuando, para “sentir” el rumbo. Columbramos ciertas luces que iban de acá para allá en diversos puntos, y se sospechó que eran señales que se hacían los ladrones. Tras la debida deliberación, se dio por cosa averiguada que lo eran. ¡Acercándonos más, nos percatamos de que eran gusanos de luz (cocuyos)!”. Esa vez a Branz le tocó buena suerte. Pero los caminos de entonces, como el hoy calderonista, están plagados de asaltantes. A los mexicanos nos roban en los caminos, en las veredas, en las carreteras, en los callejones, en las calles, en las avenidas. El hampa sigue posesionada de esta república mexicana. Sí, cuando yo me dirijo a Mi Oficina para ver a María, abrazar a María, besar a María, y empujarme mis caballitos de tequila blanco, del que raspa, me voy cuidando las espaldas, me quito el reloj, me pongo el saco más mugroso que hallo y me dejo crecer la barba, para que los asesinos, los mochaorejas, los policías, los practicantes del dos de bastos, los asaltantes que pululan por la ciudad, no vean en mí a un posible “cliente” de sus diarias fechorías. Sí, los mexicanos vivimos a salto de mata. No sabemos si al fin del día llegaremos vivitos y coleando a nuestros hogares. La barbarie en pleno. ¿Qué Celebramos? Vale. Abur.
20 de enero de 2010
¿Celebrar? ¿Qué? ¿Qué podríamos “celebrar” los mexicanos? ¿Los doscientos años de la liberación del yugo español? ¡Los cien años de la revolución “social” de 1910? La respuesta, queridas amigas zapatistas, es contundente: ahora sufrimos ya no sólo el yugo español, sino el yugo de muchos gringos, el yugo de los banqueros, el yugo de los capitalistas, el yugo de los empresarios, el yugo de los terratenientes, el yugo de los criminales, el yugo de los explotadores, el yugo de los jueces vendidos, el yugo de policías corruptos, el yugo de todos los países que aquí asientan sus reales y que obtienen miles de millones de pesos para engordar sus bolsillos. De manera que, ante esa realidad que nosotros la canalla, el popolo, el pueblo, la raza, los paisas, los ñeros, los cuates, los indígenas, los obreros, los campesinos, sufrimos en las espaldas y en los bolsillos y en la dignidad y en el honor, ante esa brutal realidad, digo, ¿qué diantres podemos celebrar? Nada. Nada. Ahora con el calderonato, toda la clase trabajadora, todos los de abajo, tenemos los mismos motivos por los que levantaron su voz, sus armas, sus argumentos, su ira, los revolucionarios de hace cien años. Están presentes la desigualdad social, el reparto inequitativo de la riqueza, la venta del país al mejor postor, la pérdida de la soberanía, la abierta participación de la Iglesia católica en los asuntos de la república, la represión contra los luchadores sociales, la cárcel para la clase trabajadora, el abandono gubernamental al Ejido, la venta de las propiedades de la nación, le entrega de ríos, mares, aguas, minas, petróleo, luz, gas a explotadores comerciales. ¿Celebrar? ¡Qué? Llorar, rabiar, es lo que nos queda a los que seguimos siendo mexicanos explotados y ninguneados. Ante esa horrible realidad y antes de que me maten en un retén calderonista, antes de que me corran del trabajo, antes de que sea víctima de un mochaorejas y de que el honorable juez, coludido con el señor del Ministerio me castiguen a mí y dejen libre al criminal, antes que eso ocurra, permítame, honorable amiga no pripanista, y dado que no tengo otra alternativa, que la de ir con María, caer en sus brazos, gozar sus besos y sus ojos, y tomarme con ella unos tequilas y comerme unas rebanadas de queso Cotija. Sí, mientras el pueblo no diga ¡Ya basta! Las cosas seguirán peor que endenantes. Vale. Abur.
13 de enero 2010
Leí las noticias de los periódicos, escuché la radio y me enteré de varios asuntos y aconteceres nacionales; vi la TV, monitoreando varios canales de noticias; el taxista me contó los innumerables problemas que padece su gremio; el compa del microbús me comentó la mala situación en la que se encuentran los trabajadores del volante; en el mercado de la merced los diableros y los cargadores sufren la pena gorda para poder subsistir; los obreros y albañiles tienen que hacer malabares para que les alcance lo ganado en el día; varios amigos míos, reporteros y periodistas, ya no quieren queso sino salir de la ratonera, además de sufrir las amenazas de muerte
–cumplidas muchas de ellas- y vivir a la cuarta pregunta; y charlé con varios estudiantes del poli y de la UNAM, su desilusión ante la situación de caos que se vive en la república, su futuro negro ante las nulas perspectivas de obtener un trabajo digno en el futuro, a ellos y a ellas, esa realidad, los ha sumido en la apatía. Total a la semana de hacer la anterior tarea informativa, yo quedé anonadado, estupefacto y más triste que la noche de la derrota de los invasores españoles. Como yo no sabía si iba a llorar a mares en plena vía pública, llanto provocado por el fascismo imperante, por la destrucción de la nación mexica por los calderones y los foxes y los salinas y los zedillos y los curas pederastas que meten sus narices en los asuntos políticos y que gozan de la protección de la derecha intolerante que a, como sabemos, acabado con Juárez y con Morelos y con Zapata y con los sindicatos y con la paz y con la tranquilidad y con la convivencia pacífica entre todos los mexicanos. Ante esa horrible realidad, lo sabe usted lectora no pripanista, ante el desmoronamiento de los valores constitucionales provocados por los clase política, no tuve más remedio, antes de llorar en pleno Paseo de La Reforma, que meterme a Mi Oficina y abrazar a María y con ella en su regazo paliar mis penas. María, compresiva me dijo que me calmara, que no hay mal que dure cien años, que cae más pronto un hablador –y se refería al señor que despacha en Los Pinos- que un cojo. Que el pueblo mexica ya estaba tomando nota y que millones de paisas piden su renuncia y que la brutalidad de su gobierno contra los trabajadores se le iba, tarde que temprano, a revertir. A María le creo, a María -pueblo- le confío la salvación de la república. De veras. Vale. Abur
6 de enero 2010
Las calamidades, por decir lo menos, se abaten sobre todos los mexicanos. Turbulencias, huelgas, paros, aumentos criminales en los artículos de consumo, aumento en los precios de la canasta básica, crímenes, asaltos, robos, cristalazos, robo de autos, secuestros, atropellamientos, impunidad, asesinatos en los retenes militares, desencanto social, confusión y llanto, lágrimas y dolor. Y las almas que lloran inconsolables de las niñas y los niños muertos por el incendio criminal de la guardería ABC. Miles y miles y miles de trabajadores echados a la calle. Eso, cosa terrible, fue la tónica del trágico año 2009. Eso es lo que sucede -crímenes, impunidad, encarecimiento, despidos de trabajadores-, eso es lo que ha sucedido en estos nueve años de horrible gobierno de panistas. Y claro, la clase política ni suda ni se abochorna, ellos, todos, tienen dinero a manos llenas, autos con guaruras, boletos de avión, comidas lujosas, sábanas y almohadas principescas, y para que no sean molestados, los ricos, los presidentes, los gobernadores cuentan con los ínclitos jueces mexicas y con los soldados y con los policías. Y al pobre, bueno, al pobre que se le carguen todas las pulgas. Al pobre la ley dura y llana. Al rico la “justicia”. Esa es la realidad que vivimos. Esa cruel realidad es la que nos atosiga en este 2010. Y el señor que habita en Los Pinos sigue con su discurso en el que ni ve ni siente lo que al pueblo le pasa. Cosas veredes Mío Cid. Ante esa negrura en el horizonte, yo iré a refugiarme en los cálidos brazos de María; iré a calmar mi rabia a Mi Oficina. Escucharé una vez más a José Alfredo, cuya música me distraerá un tanto de la realidad infernal a la que el calderonato nos ha sumido. Los tequilas en la panza calmarán mi espíritu. Las memelas y el queso Cotija y los aguacates, y los chiles toreados y las tortillas de máiz morado y los chilaquiles y el mole de olla y las carnachas y el caldo xóchitl y el retazo con hueso y las albóndigas y las habas tostadas y los cacahuates enchilados, me harán pasar tardes lúcidas, harán que la calma llegue a mis ansias, pero, que quede claro, no harán que olvide las traiciones y las violaciones constitucionales y las políticas criminales y entreguistas que desde Los Pinos se instrumentan. No. Seguiré amando a Morelos, a Juárez, a la paz, a la justicia. Vale. Abur.