13 de enero 2010

Leí las noticias de los periódicos, escuché la radio y me enteré de varios asuntos y aconteceres nacionales; vi la TV, monitoreando varios canales de noticias; el taxista me contó los innumerables problemas que padece su gremio; el compa del microbús me comentó la mala situación en la que se encuentran los trabajadores del volante; en el mercado de la merced los diableros y los cargadores sufren la pena gorda para poder subsistir; los obreros y albañiles tienen que hacer malabares para que les alcance lo ganado en el día; varios amigos míos, reporteros y periodistas, ya no quieren queso sino salir de la ratonera, además de sufrir las amenazas de muerte

–cumplidas muchas de ellas- y vivir a la cuarta pregunta; y charlé con varios estudiantes del poli y de la UNAM, su desilusión ante la situación de caos que se vive en la república, su futuro negro ante las nulas perspectivas de obtener un trabajo digno en el futuro, a ellos y a ellas, esa realidad, los ha sumido en la apatía. Total a la semana de hacer la anterior tarea informativa, yo quedé anonadado, estupefacto y más triste que la noche de la derrota de los invasores españoles. Como yo no sabía si iba a llorar a mares en plena vía pública, llanto provocado por el fascismo imperante, por  la destrucción de la nación mexica por los calderones y los foxes y los salinas y los zedillos y los curas pederastas que meten sus narices en los asuntos políticos y que gozan de la protección de la derecha intolerante que a, como sabemos, acabado con Juárez y con Morelos y con Zapata y con los sindicatos y con la paz y con la tranquilidad y con la convivencia pacífica entre todos los mexicanos. Ante esa horrible realidad, lo sabe usted lectora no pripanista, ante el desmoronamiento de los valores constitucionales provocados por los clase política, no tuve más remedio, antes de llorar en pleno Paseo de La Reforma, que meterme a Mi Oficina y abrazar a María y con ella en su regazo paliar mis penas. María, compresiva me dijo que me calmara, que no hay mal que dure cien años, que cae más pronto un hablador –y se refería al señor que despacha en Los Pinos- que un cojo. Que el pueblo mexica ya estaba tomando nota y que millones de paisas piden su renuncia y que la brutalidad de su gobierno contra los trabajadores se le iba, tarde que temprano, a revertir. A María le creo, a María -pueblo- le confío la salvación de la república. De veras. Vale. Abur

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