27 de enero de 2010

Celebrar ¿Qué? No hay nada qué celebrar. El deterioro social y material y moral de la república al que la han sumido los gobiernos de derecha están más presentes que nunca. Los bandidos siempre han merodeado en este nuestro Mexicalpan de las Ingratras, han cometido sus fechorías desde sus altos puestos burocráticos; como senadores, como diputados, como presidentes. Es la historia. Los bandidos están apoderados de la nación mexica. Veamos lo que al respecto de los bandidos nos cuenta Branz Mayer, viajero, político, norteamericano, y que en 1841 escribía lo siguiente: “De esta manera proseguimos nuestro traqueteo, a veces a punto de quedarnos atascados y otras brincando en medio de la noche oscura y sin luna, con tal velocidad, que parecía de temer que nos destrozáramos contra las rocas. Dieron las seis, las siete, las ocho, las ocho y media sin que apareciese ningún bandido, a pesar de que varias veces se dio la alarma. El camino iba de mal en peor; el coche saltaba sobre las piedras como buque en mar embravecido; el cochero se veía obligado a bajar de vez en cuando, para “sentir” el rumbo. Columbramos ciertas luces que iban de acá para allá en diversos puntos, y se sospechó que eran señales que se hacían los ladrones. Tras la debida deliberación, se dio por cosa averiguada que lo eran. ¡Acercándonos más, nos percatamos de que eran gusanos de luz (cocuyos)!”. Esa vez a Branz le tocó buena suerte. Pero los caminos de entonces, como el hoy calderonista, están plagados de asaltantes. A los mexicanos nos roban en los caminos, en las veredas, en las carreteras, en los callejones, en las calles, en las avenidas. El hampa sigue posesionada de esta república mexicana. Sí, cuando yo me dirijo a Mi Oficina para ver a María, abrazar a María, besar a María, y empujarme mis caballitos de tequila blanco, del que raspa, me voy cuidando las espaldas, me quito el reloj, me pongo el saco más mugroso que hallo y me dejo crecer la barba, para que los asesinos, los mochaorejas, los policías, los practicantes del dos de bastos, los asaltantes que pululan por la ciudad, no vean en mí a un posible “cliente” de sus diarias fechorías. Sí, los mexicanos vivimos a salto de mata. No sabemos si al fin del día llegaremos vivitos y coleando a nuestros hogares. La barbarie en pleno. ¿Qué Celebramos? Vale. Abur.

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