María, mi bella amiga oriunda de Xomimilco, ponía en mi mesa que mira a la calle, una ringlera de tequilas y en el molcajete del centro guacamole con unas suculentas rajas de queso Cotija; para apurarme en esta tarea unas humeantes y calientitas tortillas de máiz morado me hacían “ojitos” y yo devoraba todo con singular alegría. De la mesa contigua un paisa –de los corridos feamente por el presidente del empleo- electricista sin chamba, me dijo: -“ese, mi Carlos, vamos a brindar por un hombre de bien, un hombre que toda su vida luchó encarnizadamente por la justicia y que combatió desde su alta tribuna de escritor comprometido, por los derechos de los indígenas, por que las libertades constitucionales no fueran violentados y se respetaran sus postulados”-. Claro que alcé mi copa y brinde por Carlos Montemayor. Claro que me eché el otro tequila en honor de este hombre que se nos adelantó un poco en la carrera ancestral de la muerte. Y el paisa siguió diciendo a los concurrentes de Mi Oficina: – “que lamentable es el que mueran personas valiosas, entregadas a una lucha reivindicadora por tener una sociedad mejor, y que horrible ver como siguen vivitos y coleando los jueces venales, los soldados que han asesinado a jóvenes, los calderones, los Horcasitas, los foxes, las marthas, los bribiescas, los chapos, los lozanos, los curas pederastas, los mochaorejas, y los rateros que asolan carreteras y calles y caminos de este México que antes era nuestro…”. Una lágrima escurrió por su dura mejilla. María y yo lo seguimos en su dolor. Luego reinó un silencio impresionante en la cantina mía. Todos los concurrentes –que no eran muchos, por la crisis y por los aumentos a gasolinas y a todo, que el señor que despacha En Los Pinos nos ha encajado, y que claro, él, y sus secuaces ganan dinero que es un insulto a Juárez y a Morelos y a la dignidad republicana-, apuramos nuestros tequilas para entrar en calor del horrendo frío que nos provoca el que los mismos que hace doscientos años y hace cien años se opusieron a la lucha por la independencia y que estuvieron en contra de la revolución de hace cien años, sean hoy los que desde el “gobierno” traten de celebrar o conmemorar dichos aniversarios. Qué cinismo. Apuré mi último tequila y salí con María a caminar y así no llorar del dolor por esta tragedia mexicana. Vale. Abur.