llegó la primavera, llegó el calor sabroso, llegó el tiempo del amor, llegó el tiempo de las mariposas y de los colibríes; arribó la floración de los campos y las mieses pronto estarán a punto. Los pájaros cantan y le dicen a los cuatro vientos que ha llegado la hora de la felicidad y de la abundancia, del sol que brilla y con sus rayos calientes desea que la tierra viva placentera esta estación de belleza y concordia natural. Y yo digo, amigas insumisas, que ojalá los políticos de este nuestro Mexicalpan de las Ingratas –empezando por el que despacha en Los Pinos- observen su entorno natural, que vean cómo la naturaleza y sus hijos –la flora y la fauna- se hermanan y entonan un canto coral que conmueve hasta las piedras más rotundas y más sordas. Y sordos son los senadores y diputados que no ven más allá de los límites cortos de sus intereses personales y de grupo. Sí, dichos señores y dichas señoras, esos que están encarambados en sus curules y no ven los aumentos a la luz, al gas, a la gasolina, al diesel, a los huevos –de los que le sobraban a don Benito Juárez- , a los jitomates y al predial, no, no los ven y tampoco los sienten, pues sus dineros que ganan en forma siniestra y cínica los ha llevado a las alturas doradas de los clase en el poder. Pero, basta, sí, ya basta de quejas, quejas que no serán escuchadas jamás por tan insensibles seres, y mejor, y los invito, amigos juaristas, a que calmen sus dolores republicanos, a que “agarren” ánimos para soportar el régimen de tintes fascistas como el presente, y que junto conmigo nos metamos a Mi Oficina y allí, al libar, al cantar, al estar a tono con los cantos de las flores y de las abejas y de los jilgueros las penas se nos olviden un poco. Yo, por lo pronto llegaré y miraré con amor a María, le pediré que ponga en la rocola a Chente con canciones de José Alfredo, que me ponga la primera ringlera de tequilines y que en el molcajete estén los guacamoles, los chilitos verdes, los quesos de Cotija y al lado las preciosas y deliciosas tortillas de máiz azul. Y que para el terror que me produce la cara del que despacha en Los Pinos, me lleve un caldito de habas con unas gotas de aceite de oliva y otras de vinagre y para terminar un molito negro con muslo de guajolote. Y a María le diré que esa noche la llevaré conmigo a observar la luna y las estrellas y luego…Digo ¿No? Vale. Abur.
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25 de marzo 09
Mientras el señor que despacha en Los Pinos, vestido con elegancia extrema, saluda a la realeza, y en su cara se refleja el alto honor del que es objeto, y brinda con bebidas maravillosas y come comida de reyes, y duerme en el palacio que alberga a emperadores y príncipes, mientras eso sucede allá en la Gran Bretaña, digo, aquí millones de campesinos y sus familias famélicas comen un taco de frijoles y una jarra de café. Mientras el señor que vive en Los Pinos duerme en sábanas maravillosas y almohadas sultanescas –sí, de las mismas que usaba el otro panista irredento, el tristemente célebre señor de las botas, sí, el esposo de la señora Martha-, aquí en cincuenta millones de hogares, la raza duerme en petates y colchonetas agujereadas por la crisis. Contrastes duros pero ciertos los que se dan aquí en este nuestro Mexicalpan de las Ingratas. Sí, aquí en estos lares pripanistas, el lujo y la miseria, la riqueza y lo famélico, la abundancia y el hambre, están presentes, tercamente presentes. La clase en el poder gozando de sus millones, durmiendo en aposentos de ensueño, comiendo en lugares de ensoñación, tomando vinos estratosféricos, acariciando mujeres de cuerpos perfectos, conduciendo autos millonarios, protegidos por guaruras y por soldados y por policías y por jueces y por los otros miembros activos de esa alta clase: los polacos mexicas. Y el contraste, lo sabe usted amiga insumisa y zapatista: soldados y policías y jueces para meter a la cárcel a los de la clase dominada y que se atreven a pedir paz, salarios justos, tierras libres de terratenientes, justicia y equidad: campesinos, obreros, estudiantes, indígenas, amas de casa. Ante tal coraje, yo, que no tenga armas para enfrentarme a tanquetas, metralletas y obuses, asaltantes, narcos y secuestradores, ante ese desamparo ciudadano, corro al búnquer de los pobres –Mi democrática Oficina- y allí María, plena, pura y sonrojada me dará unos tequilas, y claro no faltará el queso Cotija, rico, entero, sabroso –Marca Colectiva, Región de Origen, nada menos, ¿eh?- cuyas rebanadas de lujo –no como el que vive el señor de Los Pinos, claro- me darán bríos y ganas para librar las batallas cotidianas y tomar fuerzas para enfrentar la represión fascista que está presente y atenta contra las masas populares. Sí, viva el tequila, y viva el queso Cotija. Digo, ¿No? Vale. Abur.
18 de marzo 09
Esa tarde de lluvia, María, me atendió como nunca. Se esmeró tanto en atenderme, en servir aquellos platillos y en poner los caballitos de tequila rebosantes, plenos y lujurientos. Cuando me empujé el primer caballito, la sorprendí mirándome con cierta ternura, con cierto amor. Claro que yo pensé que esa noche tendría que pasar por ella, y para agradecerle su compañía, su sonrisa de madona, su andar que me produce temblores ancestrales y sus ojos plenos de luz y encanto, esa noche, digo, pasaría por ella y le “pagaría” a mi bella amiga todos sus anhelos. Pero, luego pensé que a lo mejor ella veía en mi cara un algo que la hizo tratarme así. Total, no aguanté la duda, y me fui al baño a verme la cara que yo traía. Y ante el espejo del baño de Mi Oficina, constaté que mi rostro estaba demacrado, se veía acabado, una furia interna asomaba en la comisura de los labios, los ojos estaban enrojecidos. ¡Ergo! Al llegar a mi mesa María notó de inmediato tales desfiguros y por ello había tenido hacia mí tales cuidados lisonjeros. Al sentir el calor de María, al tomar el primer caballito de tequila blanco, el calor, y el color volvía a mi rostro. Y ¿porqué llegué en ese estado? Me pregunté. Rápido hice un recuento de lo sucedido en el transcurso de esa mañana. Y mis retortijones y la cara de sargento mal pagado que me inundaba era porque había leído que los soldados ahora están en todas partes, te detienen, te amagan, te esculcan, te miran como si fueras el “Chapo”, y no detienen, ni por asomo a los montieles, a los sahagunes, a los creeles, a los bribiescas, y ni mucho menos tocan a los cínicos funcionarios calderonistas que se aumentan los dineros –de por sí criminales- a niveles vergonzantes. Y los ifes, y los jueces y los servidores públicos ganando millones y millones, y poniéndose en sus bolsillos bonos, gastos de viaje, gastos de gasolina, gastos de eso y gastos de lo de más allá. Sí, amigas insumisas, eso me tenía con agruras y con la cara con la que María me vio esa tarde. Y yo creo que usted, lector zapatista, traerá la misma cara que yo tenía esa tarde, porque este estado de cosas –los soldados dueños de la república, como en los peores tiempos del tal Pinochet-, por el saqueo a los dineros de la nación y el fascismo reinante, obliga a que la cara se desfigure, ¿No? Lo malo es que usted no tiene a María para consolarse…yo sí la tengo…Digo, ¿No? Vale. Abur.
11 de marzo 09
El otro día, y estando en Mi Oficina y atendido de maravilla por María y que ella me había puesto en la mesa una rica ringlera de caballitos de tequila blanco y con un molcajete que tenía un guacamole y unos chilitos toreados y queso fresco y tortillas recién salidas del comal; yo pensaba, divagaba, le buscaba la cuadratura al círculo y creía en la inmortalidad del cangrejo. Volvía a la vida, a la tierra, cuando María me sonreía coqueta y me mostraba su cuerpo moreno y me provocaba “calosfríos ignotos” con su andar de mujer entera. Pero lo que yo quería decir, amigas insumisas, amigas que se revelan contra los maridos mandones, era que yo deseaba fervientemente que las lluvias ya llegaran a este Valle, que los aguaceros se precipitaran sobre nuestra ciudad, que las aguas del cielo cayeran a cántaros y las gotas, al pegar en las azoteas, en los autos, en las cornisas, en las banquetas, en las baldosas, crearan ese concierto de pequeños golpes melódicos, y que además, las aguas nos refrescaran y se llevaran el polvo existente. Eso pensaba, pero luego María. al mostrarme sus pechos de ensueño, pensé que el agua que cayera con las lluvias, les cayera en las molleras a los políticos de este nuestro Mexicalpan de las Ingratas, que las gotas zumbantes les lavaron el cerebro a los diputados y a los senadores –sí, le atinó usted, amiga zapatista- esos que dicen que trabajan para el pueblo, eso que proclaman a los cuatro vientos que velan por el bienestar de las familias de la raza, esos que ganan fortunas –que nosotros, con nuestros impuestos les pagamos- y que han permitido que nos suban el gas, la gasolina, el predial, los huevos, la carne, las colegiaturas. Sí, remarcaba yo mis pensamientos, y me decía que el agua caída de allá, de arriba, les dieran en la cara para ver si con ese baño se les borrara el cinismo que tienen marcado con precisión inaudita. Marca indeleble –el cinismo- ganada a pulso por sus acciones en las que defienden todo, menos a México, menos a los mexicanos, menos a las familias campesinas, menos a los ejidatarios. Y allí está la historia. La historia de mi país no miente. Basta con ver la realidad del hoy horripilante y pripanista que padecemos. Sí, que la lluvia los bañe, les lave el cerebro y entiendan que están para servir –de a de veras- al pueblo. Ay, María, cómo extraño tu risa. ¡salud! Vale. Abur.
4 de marzo 2009
¡Eureka! Ahora sí, ya entiendo los discursos del habitante de Los Pinos y de sus secretarios, y de los impertérritos jueces y magistrados, y de los diputados y de los senadores. Sí, ya, por fin, después de tantos sufrimientos y ataques cardíacos, comprendo los mensajes y palabras y recomendaciones de empresarios y capitalistas y fraccionadores, y en fin, toda la clase social encaramada en las doradas cimas del poder y del dinero. Me explico, queridas amigas insumisas: resulta que aquí en este nuestro Mexicalpan de las Ingratas, en esta nuestra otrora república mexica, la división territorial, física, moral y lingüística está presente. Sí, existen dos repúblicas. Vea si no, observe bien lo que sucede en el diario devenir de los asuntos que nos conmueven hasta el alma: cuando el presidente en turno dice que hay que unirse para hacer frente a la crisis, ellos los de la clase en el poder, se aumentan sueldos, aseguran sus ganancias, protegen sus fastuosas propiedades, los banqueros reciben pachocha y prebendas y todo lo que se acumule en la semana para que no tengan motivos de queja. Diputados y presidentes y ediles y secretarios y gobernadores, todos pertenecientes a esa república de los grandes, claro, no tocan sus salarios, sueldos y bonos, al contrario, para hacerle caso y obedecer al presidente en turno, se unen, su aprietan entre sí, y así, “unidos”, se salvan de los problemas graves que azotan a la otra república, la república de los amolados, la república de los sin casa, la república de los ninguneados, la república de los obreros despedidos, la república de los mineros, la república de los pobres, de los sin chamba, de los maestros, de los estudiantes, de los enfermos, de los indígenas y de los campesinos: ¡Ergo! Existen dos repúblicas. La de los ricototes y la de los pobres. Ah, y si los amolados quieren protestar y gritar ¡Ya basta!, los de arriba, los de la república fuerte y rica, se enojan y lanzan a las fuerzas públicas y a los soldados y a los judiciales –que es claro que están a su servicio-, y a darle gusto a los toletes y llenar las cárceles y matar a todas y todos aquellos que se atrevan a levantar la voz de alerta. Por eso yo, amigas no panistas, para no protestar y ser metido al bote y ser apaleado y ser sentenciado a sesenta y siete años por protestar, me meteré a Mi Oficina y María, me atenderá con unos caballitos de tequila. Y que ruede el mundo. ¿no? Vale. Abur.
24 de febrero 2009
El grave problema que salta a la vista, que está aquí, presente, que nos acaba, que nos destruye como nación otrora mexicana, ese problema, digo, está también a la vista de todos, y todos y todas lo sufrimos, lo padecemos. Y ¿Cuál es ese problema latente? La respuesta es fácil, está a la vista: la incapacidad de los gobiernos panistas de resolverlos, de encararlos con patriotismo –carecen de este valor pues son representantes de una derecha intolerante, desnacionalizadora y entreguista ( y no lo digo yo, es la realidad que nos pega con dureza)-. Vea usted, lectora insumisa, esa realidad, observe y escuche las palabras, los discursos del señor que habita en Los Pinos: lo que dice, lo que habla, lo que propone para salvar a la nación mexicana son, hablando en plata, aspirinas, mejorales para el mal mayor que está corroyendo las instituciones que habían sostenido, de una manera o de otra, pero que valían y tenían valores republicanos. Sí, ante la violencia generalizada, ante la irrupción total en el territorio de los narcos, el dicho señor de Los Pinos lanza al ejército a que imponga, mediante la fuerza bruta, asesinando también a gente inocente, destruyendo hogares, y acabe de esa forma con los cárteles de la droga, en lugar, dicen los expertos, no yo, de implementar una política que cambie los rumbos neoliberales y derrochadores y desnacionalizadores, y de crear una economía basada en la moral republicana, basada en el reparto equitativo de la riqueza; y formar unas bases en donde la justicia social sea clara y expedita, en donde no tengan lugar los fallos contrarios a los intereses de la nación, y quitar –encarcelar- a los jueces que amparan a narcos, criminales, asesinos, rateros y gandallas; y crear, a fondo y desde abajo, una política educativa que contemple la ayuda cabal y justa a los universidades públicas y claro, apoyar total y absolutamente a la educación primaria, dotando de salarios justos a los maestros e invirtiendo lo suficiente para que las escuelas sean verdaderos templos de la enseñanza. Pero nada de esto sucede, los panistas, desde el presidente hasta los secretarios perciben salarios que son un insulto, jueces de la Suprema que también ganan dinero a manos llenas; así, en medio de la corrupción administrativa, en medio del desgobierno, los mexicas sufrimos el infortunio de ser “gobernados” por los horrendos panistas. ¿No? Digo. Vale. Abur.
17 de febrero 09
Si usted, lectora insumisa, voltea su vista y la dirige hacia el cielo, verá que son muchos los colores que adquieren las nubes, y el mismo azul del cielo nos manifiesta varios tonos que son estupendos. Sí, en lugar de escuchar o ver por tv a los siniestros jueces que con sus fallos nos sumergen a todos los que estamos en pie de lucha en el clima de impunidad legal, que es la máxima hazaña lograda por el señor que despacha en Los Pinos y ve el cielo, bien y bueno. De veras, amiga no panista, vea el cielo, observe las estrellas, hágale señales a la luna lunera, pídale dinero, y pídale mucho, pues otra de las barbaridades del presidente en turno es haber puesto a la altura de las nubes los precios de los jitomates, de los huevos, del pan y de las tortillas, por sólo citar unos cuántos productos de la canasta básica; y subió a alturas solares el precio de la gasolina, del diesel y de todos los insumos necesarios para un campo productivo. Es mejor ver las formaciones de las nubes y los cruces de los aviones y los vuelos de los pájaros que ver las barbaridades de los narcos: cabezas que ruedan, encostalados, amarrados, cercenados, mutilados, quemados. Esa horrible realidad es la que nos han traído los gobiernos panistas. Sí, ya ni llorar es bueno. Ahora lo que viene es la unión del pueblo, la unión de las amas de casa que han sido ninguneadas y golpeadas por los calderones y los foxes, y esa unión y esa rabia y ese dolor al ver que los sueldos de los maridos no alcanzan para nada, sirva para decirles a los panistas y a los priyistas también, que nos veremos las caras en las próximas elecciones y entonces, veremos de que cuero salen más correas. Porque ya estuvo bien de aguantar tantos golpes, ya el pueblo mexica no siente lo duro sino lo tupido; sí, ya no queremos queso sino salir de la ratonera, y para salir de la ratonera nos queda –a usted, a mí, a todos- un camino: ejercer nuestro derecho al voto y botar con esta fuerza popular a los que han vendido a la nación, botar a los y las que han medrado desde sus redituables puestos públicos, botar a los diputados engañabobos, botar a los senadores que se enriquecen a costa del erario, botar a los jueces que castigan al cartero y al indígena y que amparan a los montieles, a los bribiescas y a las sahagunes. Sí, pase usted la voz: ¡Votar! Para botar a los que no cumplen, para botar a los que roban y engañan. Digo. ¿No? Vale. Abur.