¡Eureka! Ahora sí, ya entiendo los discursos del habitante de Los Pinos y de sus secretarios, y de los impertérritos jueces y magistrados, y de los diputados y de los senadores. Sí, ya, por fin, después de tantos sufrimientos y ataques cardíacos, comprendo los mensajes y palabras y recomendaciones de empresarios y capitalistas y fraccionadores, y en fin, toda la clase social encaramada en las doradas cimas del poder y del dinero. Me explico, queridas amigas insumisas: resulta que aquí en este nuestro Mexicalpan de las Ingratas, en esta nuestra otrora república mexica, la división territorial, física, moral y lingüística está presente. Sí, existen dos repúblicas. Vea si no, observe bien lo que sucede en el diario devenir de los asuntos que nos conmueven hasta el alma: cuando el presidente en turno dice que hay que unirse para hacer frente a la crisis, ellos los de la clase en el poder, se aumentan sueldos, aseguran sus ganancias, protegen sus fastuosas propiedades, los banqueros reciben pachocha y prebendas y todo lo que se acumule en la semana para que no tengan motivos de queja. Diputados y presidentes y ediles y secretarios y gobernadores, todos pertenecientes a esa república de los grandes, claro, no tocan sus salarios, sueldos y bonos, al contrario, para hacerle caso y obedecer al presidente en turno, se unen, su aprietan entre sí, y así, “unidos”, se salvan de los problemas graves que azotan a la otra república, la república de los amolados, la república de los sin casa, la república de los ninguneados, la república de los obreros despedidos, la república de los mineros, la república de los pobres, de los sin chamba, de los maestros, de los estudiantes, de los enfermos, de los indígenas y de los campesinos: ¡Ergo! Existen dos repúblicas. La de los ricototes y la de los pobres. Ah, y si los amolados quieren protestar y gritar ¡Ya basta!, los de arriba, los de la república fuerte y rica, se enojan y lanzan a las fuerzas públicas y a los soldados y a los judiciales –que es claro que están a su servicio-, y a darle gusto a los toletes y llenar las cárceles y matar a todas y todos aquellos que se atrevan a levantar la voz de alerta. Por eso yo, amigas no panistas, para no protestar y ser metido al bote y ser apaleado y ser sentenciado a sesenta y siete años por protestar, me meteré a Mi Oficina y María, me atenderá con unos caballitos de tequila. Y que ruede el mundo. ¿no? Vale. Abur.