Altar del día de muertos de Carlos Bracho.
Altar del día de muertos de Carlos Bracho.

Altar día de muertosAltar del día de muertos de Carlos Bracho.

28 de octubre 2009

Llegué presuroso a Mi Oficina. María, de inmediato me puso una ringlera de tres caballitos de tequila blanco, sí, le atinó usted, lectora insumisa y no panista, del que raspa, ni más ni menos. Los fui apurando uno a uno, lentamente, ricamente, reposadamente. Ese fuego líquido y dionisíaco y pleno me trajo la calma. Cuando terminé el tercero ya respiraba con tranquilidad, ya mis ideas llegaban a mi cabeza con claridad meridiana. Afuera, en la calle pasó una columna interminable de trabajadores despedidos, eran los del SME. Yo, desde mi mesa, contemplaba el rostro de hombres y de mujeres que rabiaban su pena, que lloraban de coraje, que clamaban por justicia y por el respeto a los derechos de los trabajadores, que gritaban contra el fascismo imperante y explotaban de ira al referirse a las injusticias y al abuso y a la represión implementada por el calderonismo. María notó mi preocupación y vio que mi cara también se ponía roja, y no por los tequilas, sino por el coraje solidario y por que todos los trabajadores somos las víctimas propiciatorias de una política entreguista y lapidaria. Luego mi bella y seductora María, para que yo tratara de encontrar, dentro del mal imperante, alguna calma, me puso un molcajete con un guacamole y un queso Cotija y unas tortillas de máiz morado y unos chilitos verdes que rechinaban de picosos. Luego en la rocola puso a Chava Flores que cantaba aquello de “A qué le tiras cuando sueñas mexicano…”. El griterío de afuera me hizo pensar en Marx, y como estaba preparado, tomé de mi portafolios mi libro que contiene el Manifiesto Comunista y El Capital. Empecé a leerlos. Cada página era un nuevo hallazgo, cada línea de Karl me dejaba con otro sabor de boca. Sus ideas me ayudan a entender las enormes contradicciones en las que se debaten las sociedades modernas. Cuando llegué a Mi Oficina eran las dos de la tarde. María había atendido a infinidad de paisas. Esa lectura me absorbió por completo, las horas bailaron a mi alrededor. La noche había llegado y yo apenas había leídos unos cuantos capítulos. Sentí una mano rica y cariñosa, era María que me enseñaba el reloj que marcaba ya las doce de la noche. Me guiñó un ojo. Era la señal para salirnos de allí y emprender el viaje placentero y lúdico. Pero no me olvidé de los obreros despedidos, no. Vale. Abur.

El Maestro Bracho viaja a Monterrey, Nuevo León para dar y una plática a alumnos y ex-alumnos de la escuela Santiago Roel. El evento tendrá  lugar martes 27 de octubre en el Teatro Monterrey del IMSS a las 19:30 hrs.Poster de la Velada con Carlos Bracho

21 de octubre 2009

Llegué llorando, como niño chiquito y desamparado, y me refugié en los brazos maravillosos de María. Ella también tenía los ojos llenos de lágrimas. Cuatro paisas, en su mesa, no habían consumido, entre todos mas que una cerveza, estaban quebrados. Eran trabajadores electricistas despedidos por el presidente del empleo. Claro, le atinó usted, amiga no panista, amiga insumisa y zapatista, ellos, los paisas, que llevaban allí más de cuatro horas, rumiaban sus penas y lloraban la desdicha y el futuro, atroz y sangriento que les esperaba a ellos y a sus hijas y a sus hijos y a las madres de sus hijos. Una tragedia. Y no sólo son estos cuatro compas las víctimas del fascismo imperante, no, son millones y millones de mexicas que deben traer, como nosotros aquí, hoy, en Mi Oficina, las caras surcadas por el llanto. Yo llevaba unos cuántos devaluados pesos y le dije a María que les sirviera una ronda de cerbatanas y que pusiera en su mesa unos frijolitos refritos con harto chile y unas tortillas de máiz morado. Los compas me agradecieron el gesto. Lo que me dijeron y gritaron a los cuatro vientos, con la voz que se les quebraba a cada frase, amigas juaristas, no lo puedo poner aquí en este espacio. Pero fueron cebollas, alacranes, víboras, caracoles, atizas, jijos, ajos, hijos, rayos y centellas los emitidos por sus bocas sedientas de justicia y plenas de rabia inaudita. Los diputados y las diputadas y los señores senadores tampoco salieron bien librados por la ira popular de la mesa cinco de Mi Oficina. A estos seres, despreciables por demás, los políticos, no les llegó a sus oídos lo expresado con voz estentórea por los despedidos compas. Decían que habían votado para que desde sus curules implementaran, defendieran a la clase trabajadora. María, mi bellas y solidaria María, murmuró: -“Sí, chucha, cómo no, ya me imagino a los “señores” diputados defendiendo al sindicalismo, al obrero, al campesino, al estudiante, a la ama de casa; si, chucha, ya mero”-. Yo me sequé las de cocodrilo, le di un abrazo a María y al oído le dije que a las doce de la noche pasaba por ella, para que me consolara, para que me dijera palabras amor, y que sus brazos hicieron conmigo todo. Dijo que sí. Lástima que los trabajadores despedidos por el capitalismo feroz no tengan mi suerte. Digo ¿no? Vale. Abur.

13 de octubre 2009

Quisiera no ver lo pasa ni lo que ocurre en este golpeado México. Golpeado por las políticas neoliberales aplicadas con mano dura por el inquilino de Los Pinos. Y los golpes ¿quién los recibe?. Exacto: los trabajadores, las amas de casa, los estudiantes, los campesinos. Y ¿quién es el beneficiario? Le atinó: los grandes consorcios industriales, los ricos, la clase en el poder. Y eso que el señor Calderón decía en sus discursos de campaña que iba a ser el presidente del empleo. Que trabajaría por los más necesitados. Ver para creer. Por eso digo que el corazón de los mexicanos vuela por los aires, pues los golpes de marinos y soldados a la población son diarios y contundentes. Y ¿cómo se le llama a esa forma de aplicar las leyes, de ejercer la política? Le atinó usted, lectora insumisa: fascismo. Por eso pues, todos los mexicas, ahora, con la política del gran garrote que se instrumenta en toda la otrora república mexica, es que los corazones de las mujeres, de las niñas, salen volando por los volcanes, por las nubes y por las copas de los árboles, y vuelan derramando sangre, derramando rabia, derramando dolor, derramando el coraje de siglos de opresión y de injusticias. Esa es la realidad impuesta desde Los Pinos. Ante el uso de la fuerza, ante la brutalidad oficial y antes de que los garrotes y las balas militares me toquen, antes de eso me fui corriendo a Mi Oficina y al llegar, ¡oh! cielos, ¡oh! dioses. María, mi bella María, mujer que cura mis congojas y que también sufre las horribles políticas de los calderones y que sufre los golpes a su economía y también sufre al ver que los grandes ricos son los que reciben toda clase de consideraciones y los obreros sufren despidos y violaciones a sus derechos, María, digo, al verme con las lágrimas a punto de salir, me abrazó, me dio sus brazos y su amor puro y materno; me apretó contra su pecho, los latidos de su corazón de hembra morena clara, me calmaron un poco, me trajeron el anhelado sonido de la tranquilidad, de la anhelada paz. Luego me senté en mi mesa preferida. María me puso una ringlera de tequilas. Esa cara, esos ojos pispiretos y esa manos y ese pecho ardiente de María, impidieron que las lágrimas republicanas que amenazaba con desbordarse de mis ojos llenaran mi rostro. Ahora a esperar que el presidente del empleo deje sin trabajo a más compas. Digo ¿no? Vale. Abur.

7 de octubre 2009

La poesía, su lectura, su comprensión a los sufrimientos, su aporte humano, su generosidad sin límites, me permiten sobrevivir, me dan ánimos para seguir viendo con amor a los árboles, a los ríos, a las montañas; la poesía, me proporciona aires vitales para respirar la paz que todavía existe en algunas personas, para aspirar el olor de las flores que lanzan al tiempo sus colores; los versos de Lorca me llevan a viajar por la luna, por las nubes y por el interior de mi alma.  López Velarde, al releerlo, me produce “calosfríos ignotos” y me hace querer todavía más a María, la bella mujer que me atiende en Mi oficina y que, generosa, me ofrecen siempre el brillo de sus ojos y me acaricia con su andar, y sus rotundos pechos me llevan a pensar que existen en estos lares -a pesar de la pesadilla siniestra que es el gobierno calderonista- mujeres que aman la libertad, que quieren vivir la vida sin intromisiones ni cortapisas. Y Sor Juana, ah, Sor Juana me demuestra que ese género, el femenino, es mejor, mucho mejor, qué digo, mil veces mejor que las siniestras damas que pululan en el partido casi fascista que cobija a los represores, a los banqueros, a los curas y a los foxes y a los bribiescas y a las sahagunes y a los lozanos y a los soldados que asesinan a jóvenes.  Y cuando escucho en mi adentro la voz de Miguel Hernández, la tierra tiembla, el alma se sobrecoge, los niños hambrientos gritan desesperados –pero nunca serán escuchados por el insensible –de los valores revolucionarios y democráticos- que despacha en Los Pinos, y Miguel, con sus heridas, la de la vida, la del amor y la de la muerte, me trae el doloroso recuerdo de las niñas y los niños asesinados en Hermosillo. Si, viajo con las tres heridas de Miguel Hernández –asesinado por el franquismo español-, viajo con ellas y no salgo de mi dolor, pues veo cómo los cínicos políticos mexicanos –todos aman a los pobres y a los que menos tienen y aman a México- siguen dando puñaladas en el vientre a mujeres, a niñas, a niños, a estudiantes, y claro, los jueces mexicas listos para meterlos a la cárcel si osan levantar su voz. Sí, a castigar a los sindicalizados, a hundir a los pobres a vender a México, y ellos, los polacos a gozar sus millones y…. para qué seguir con las quejas. Mejor seguir leyendo a los poetas, son mejores y ayudan a soportar la realidad. Vale. Abur

23 de septiembre 2009

La poesía, su lectura, su comprensión a los sufrimientos, su aporte humano, su generosidad sin límites, me permiten sobrevivir, me dan ánimos para seguir viendo con amor a los árboles, a los ríos, a las montañas; la poesía, me proporciona aires vitales para respirar la paz que todavía existe en algunas personas, para aspirar el olor de las flores que lanzan al tiempo sus colores; los versos de Lorca me llevan a viajar por la luna, por las nubes y por el interior de mi alma.  López Velarde, al releerlo, me produce “calosfríos ignotos” y me hace querer todavía más a María, la bella mujer que me atiende en Mi oficina y que, generosa, me ofrecen siempre el brillo de sus ojos y me acaricia con su andar, y sus rotundos pechos me llevan a pensar que existen en estos lares -a pesar de la pesadilla siniestra que es el gobierno calderonista- mujeres que aman la libertad, que quieren vivir la vida sin intromisiones ni cortapisas. Y Sor Juana, ah, Sor Juana me demuestra que ese género, el femenino, es mejor, mucho mejor, qué digo, mil veces mejor que las siniestras damas que pululan en el partido casi fascista que cobija a los represores, a los banqueros, a los curas y a los foxes y a los bribiescas y a las sahagunes y a los lozanos y a los soldados que asesinan a jóvenes.  Y cuando escucho en mi adentro la voz de Miguel Hernández, la tierra tiembla, el alma se sobrecoge, los niños hambrientos gritan desesperados –pero nunca serán escuchados por el insensible –de los valores revolucionarios y democráticos- que despacha en Los Pinos, y Miguel, con sus heridas, la de la vida, la del amor y la de la muerte, me trae el doloroso recuerdo de las niñas y los niños asesinados en Hermosillo. Si, viajo con las tres heridas de Miguel Hernández –asesinado por el franquismo español-, viajo con ellas y no salgo de mi dolor, pues veo cómo los cínicos políticos mexicanos –todos aman a los pobres y a los que menos tienen y aman a México- siguen dando puñaladas en el vientre a mujeres, a niñas, a niños, a estudiantes, y claro, los jueces mexicas listos para meterlos a la cárcel si osan levantar su voz. Sí, a castigar a los sindicalizados, a hundir a los pobres a vender a México, y ellos, los polacos a gozar sus millones y…. para qué seguir con las quejas. Mejor seguir leyendo a los poetas, son mejores y ayudan a soportar la realidad. Vale. Abur

16 de septiembre 2009

Pues lo prometido es deuda, no hablaré, no atosigaré a ustedes, lectoras insumisas, lectores zapatistas, amigos juaristas de todo lo que acontece en esta otrora república mexicana. No, para qué insistir en los desfiguros y burlas de los polacos mexicas, no, calma. Hoy no diré nada sobre ese personaje de miedo y truculencia y desacato que es el tal secre de la SEP, no, que miedo, qué terror, qué espanto, qué temblorina me agarra cuando leo, veo lo que dice y lo que hace tan esmirriado personaje, claro digno del gabinete del presidente en turno. No, como dije, basta de llorar las penas que nos provoca el sistema capitalista reinante. Sí, basta. Mejor le voy a contar lo que observé en esta noche. Lo negro de la sombra que provoca el que el condenado Sol se oculte en el horizonte, cubría todo el cielo. Pero como ahora, en este tiempo, en esta época del año en que, aparte de la sombra, la luz  no quiere quedarse atrás, inunda todos los rincones del planeta y se da el juego universal de sol y sombra, luz y oscuridad, brillo y negro, pues eso mismo he contemplado, como arriba digo, en el cielo. Cuando es de noche, millones de estrellas, miles de puntos refulgentes se prenden y se apagan, jugando con nuestra vista, complaciendo a nuestros ojos. Algún avión nocturno cruza el espacio y deja una estela visible, es un rayo, un chorro de gas que rasga la negrura espacial. Claro, María estaba de vacaciones en Mi Oficina y la invité a pasar un fin de semana en la montaña, por eso hablo del espectáculo sideral, porque desde los cerros, desde la cumbres se observa en todo su esplendor magia que encierra la estratósfera. María observa y sus ojos negros como de capulín bailan al son de las estrellas rutilantes, y sus manos, manos de mujer morena, de mujer que ama lo bello y que ama la naturaleza y que ama su trabajo, sus manos, digo, siguen la órbita de Marte, y dibujan el camino de los anillos de Saturno. Estas noches con ella, con María la de rostro también rutilante, y la compañía de las auroras y el acompañamiento de la Osa Polar y el brillo de la constelación X, estas noches me obligan a no pensar en los desfiguros y los jueces, y olvido Acteal, y Aguas Blancas. Claro, sólo este tiempo es de olvido, porque al terminar este festín, la cruda realidad, el fraude, la mentira institucional…Vale. Abur.

9 de Septiembre 2009

Si viera usted, amiga insumisa, amigo zapatista, compadre bailador y bebedor de cubas, amiga gozadora de la bella vida, el trabajo que me cuesta, lo penoso que para mí es el estar dale que te dale con el tema de las violaciones a los derechos de los trabajadores, lo difícil y aburrido que es el tener que hablar, y sobre todo, escuchar los discursos del presidente en turno. Y lo cansado que es estar criticando los yerros y los fallos de los señores de la Suprema, y lo cansadísimo que es aguantar las peroratas de los senadores y las diputadas sobre todos los males que caen como chubasco sobre las testas de la raza de bronce y sobre los hombros de los campesinos y de las amas de casa. Sí, ya chole, ya calma, ya basta. Sí, yo protesto por esa cultura del fraude, pero como digo, ya dejen descansar, ya no le hagan más al ensarapado. Sí, amigas no panistas, hoy, al menos el día de hoy prometo no hablar sobre los escabrosos temas de los impuestos y de la subida al cielo de los precios de todo, no, no lo haré, me callaré, y mejor me dedicaré, con María, claro, a echarme entre pecho y espalda unos cuántos tequilas, y escucharemos canciones de Ponce, de Juanga, de Chava Flores, de Los Panchos –dice María, mi bella María, que recordar es vivir-, pues le haré caso, y la rocola sonará por las mesas de mi Oficina en donde los paisas rumian sus penas y sus desdichas, y retumbará por las paredes en la que cuelgan fotos de la Trevi y de la Tongolele y de la Verónica y de otras damas de muy buen ver. Y allí, en ese lugar democrático y bullanguero, con los paisas, con María, hablaremos de todo, menos de la polaca y mucho menos del fut en donde ahora el odiado América ya empezó a ganar. No, hablaremos del sol, de la luna y de las estrellas, charlaremos de lo bien que está poniendo la hija de la comadre, de lo mejor que está el libro de Juan Rulfo, de la nueva novela del Capitán Lujuria, o sea del Águila Negra, o sea del mismíto René Avilés Fabila. Y así al calor de las copas y de la charla y de las anécdotas y de las risas de los compas allí reunidos, nos olvidaremos, al menos por ese día, de los errores, crímenes, mochaorejas, traidores, vendepatrias, y de la fauna que está incrustada en la burocracia dorada del poder. Digo ¿No? Vale. Abur

25 agosto 2009

A los azorados y golpeados habitantes de este antaño país nuestro ya nos duele lo duro sino lo tupido de los golpes que el gobierno del señor que despacha en Los Pinos nos da con singular alegría. Sí, ante esa tragedia: jueces corruptos, policías ineptos, retenes de soldados que agreden y matan, políticos que ganan dineros a manos llenas y que el cinismo y la desvergüenza es su signo. Ante esa realidad horripilante me pregunto: ¿Cuánto tiempo mas aguantará el pueblo mexica? ¿Cuándo dirá que ya basta a los aumentos a los huevos, a la carne, al gas, a la luz, a la gasolina, al agua, al transporte público, y a todo lo que se acumule en la semana? Antes de esperar una respuesta del popolo, yo, cansado de luchar, de levantar la voz, de recibir amenazas, de marchar por los pueblos hablando del Quijote y de Neruda y de Rulfo, cansado, digo, y no teniendo otra alternativa –soy humano ¿no?- correré a Mi Oficina, me sentaré en mi mesa que mira a la calle, veré pasar a mujeres presurosas, veré los autos correr hacia la nada, pasarán los ciclistas, émulos de Armstrong, y María, mi bella María, bella entre las morenas bellas, me consentirá, me pondrá en ringlera tres caballitos de tequila blanco, y yo observaré su rostro, recorreré sus labios carnosos, me admiraré con su sonrisa plena, la esperaré hasta caer la noche y saldré con ella del brazo y por la calle. Platicaremos, no de las tragedias que provocan los hombres y las mujeres de la derecha fascistoide que se enseñorea sobre esta nación mexica, charlaremos animadamente de otra cosa, de algo que no se refiera a los sueldos miserables de los obreros, no platicaremos sobre la falta de apoyo al campo, de las embestidas que reciben las universidades públicas, de los funcionarios cínicos que mutilan los textos escolares, no, no perderemos nuestro tiempo nocturno en señalar los males que a México azotan de tiempo atrás. No. Hablaremos de las lluvias, de las aves que con sus trinos nos dicen que ese sonido es más bello que el ajetreo de los autobuses, que la luna que nos acompaña brilla, plena, esplendorosa, y nos dice que su brillo es mejor y más fastuoso que el brillo de las joyas de los políticos y que los collares de sus esposas…la besaré y luego…y luego será otra historia. Vale. Abur.