25 agosto 2009

A los azorados y golpeados habitantes de este antaño país nuestro ya nos duele lo duro sino lo tupido de los golpes que el gobierno del señor que despacha en Los Pinos nos da con singular alegría. Sí, ante esa tragedia: jueces corruptos, policías ineptos, retenes de soldados que agreden y matan, políticos que ganan dineros a manos llenas y que el cinismo y la desvergüenza es su signo. Ante esa realidad horripilante me pregunto: ¿Cuánto tiempo mas aguantará el pueblo mexica? ¿Cuándo dirá que ya basta a los aumentos a los huevos, a la carne, al gas, a la luz, a la gasolina, al agua, al transporte público, y a todo lo que se acumule en la semana? Antes de esperar una respuesta del popolo, yo, cansado de luchar, de levantar la voz, de recibir amenazas, de marchar por los pueblos hablando del Quijote y de Neruda y de Rulfo, cansado, digo, y no teniendo otra alternativa –soy humano ¿no?- correré a Mi Oficina, me sentaré en mi mesa que mira a la calle, veré pasar a mujeres presurosas, veré los autos correr hacia la nada, pasarán los ciclistas, émulos de Armstrong, y María, mi bella María, bella entre las morenas bellas, me consentirá, me pondrá en ringlera tres caballitos de tequila blanco, y yo observaré su rostro, recorreré sus labios carnosos, me admiraré con su sonrisa plena, la esperaré hasta caer la noche y saldré con ella del brazo y por la calle. Platicaremos, no de las tragedias que provocan los hombres y las mujeres de la derecha fascistoide que se enseñorea sobre esta nación mexica, charlaremos animadamente de otra cosa, de algo que no se refiera a los sueldos miserables de los obreros, no platicaremos sobre la falta de apoyo al campo, de las embestidas que reciben las universidades públicas, de los funcionarios cínicos que mutilan los textos escolares, no, no perderemos nuestro tiempo nocturno en señalar los males que a México azotan de tiempo atrás. No. Hablaremos de las lluvias, de las aves que con sus trinos nos dicen que ese sonido es más bello que el ajetreo de los autobuses, que la luna que nos acompaña brilla, plena, esplendorosa, y nos dice que su brillo es mejor y más fastuoso que el brillo de las joyas de los políticos y que los collares de sus esposas…la besaré y luego…y luego será otra historia. Vale. Abur.

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