29 de abril del 09

Lo que a México, nuestro golpeado país mexica, le faltaba era esto que nos está ocurriendo y que ya ha causado decenas y decenas de muertos. Muertes que dejan dolor, pena y un vacío inmenso en cada uno de sus hogares. Esto arroja un resultado desastroso y que es inocultable: el ninguneo, la falta de apoyo total e integral al sistema de salud nacional por parte de los gobiernos panistas que tienen, como la historia lo demuestra, una gran vocación para ganar dinero, para explotar a los trabajadores, para aniquilar a los sindicatos, para olvidar a los indígenas, para golpear a las amas de casa, para quitar apoyos a las universidades públicas, para atentar contra los valores culturales, para entregar las propiedades de la nación a manos de capitalistas feroces, para comprar todo y vender todo. Y ahora, como arriba digo, la peste que se abate sobre inmisericorde sobre las población desamparada. Y lo que también me duele, no tanto como el sufrimiento de hombres, mujeres y niñas por la casi pandemia, es el no poder asistir, a curar mis penas y sanar mis cuitas a Mi Oficina, y el no poder echarme unos tequilas blancos, y el no poder ver a María con sus adorables ojos y su andar de Venus mexica y el no poder escuchar las canciones de Chava Flores y las de José Alfredo, y sobre todo me duele no convivir con los compas que no faltan a la cita y que ya entrados en gastos se lanzan contra el señor que habita en Los Pinos y al que le dedican unas frases monumentales como la que un obrero despedido lanzó a los cuatro vientos: “Hijos de su mal dormir, ches azules, mi familia y yo fuimos agredidos en un retén por sus soldados y el dolor no se me quita, váyanse ya de este país y déjennos en paz, vendepatrias.” Y siguió mi compa la retahíla de quejas contra este gobierno casi fascista. En vista de esto, y que debo estar refundido en el fondo de mi casa, leeré mis libros de historia patria, me serviré un tequilita blanco y me prepararé un guacamolito con chilitos verdes y mi democrático queso Cotija, y pondré en el comal unas tortillas de máiz morado, y pondré en la mesa un retrato de María. Mientras esperaré a que las autoridades puedan combatir el mal y se pongan, ahora sí, a trabajar por que la epidemia no se prolongue y digan la verdad de lo que sucede. Y ojalá que los tequilas mareen y maten a los bichos nocivos y me echen una mano para aguantar vara. Digo ¿No? Vale. Abur.

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