Estaba tomando mi caballito de tequila y María, la bella María, me preparaba unos chilaquiles y ponía, además, unas fastuosas rebanadas de queso Cotija en el molcajete con guacamole. De una mesa cercana un paisa me gritó: -“Oye, carlitos, ahora resulta que los diputados trabajan pensando en nosotros los pobres, y que los orondos senadores de la república velan por nuestros intereses, o sea que gobiernan o legislas o lo que sea por el bien de México. ¡Sí, Chucha!-“. Yo, levanté mi copa y le dije que tenía toda la razón. Que el: “¡Sí, Chucha!, que gritaba lo calificaba todo. Y que ese ¡Sí, Chucha!, yo lo escuchaba en todas las democráticas cantinas a las que asisto. Pero que también, los compas taxistas, y los campesinos, y los estudiantes y las amas de casa y los obreros sin trabajo y los trabajadores corridos de sus empleos por el presidente del empleo, también lo lanzaban al aire, y que si todos los mexicas inconformes con este gobierno casi fascista exclamáramos al aire y al mismos tiempo, el ¡Sí Chucha! se escucharía hasta en los mismos cuernos de la luna. Sí, así es mis estimadas amigas insumisas y no pripanistas. La inconformidad popular está en la zona roja, está el índice de coraje marcando en el número 100, está el índice de la rabia y el descontente de la raza de bronce en los límites más altos de la escala de medición. María vio mi tristeza y me tendió sus brazos y yo, con el permiso de los paisas de Mi Oficina, no me hice del rogar y venciendo mi ancestral pudor republicano le di un abrazo, fuerte, apretado, sentido, ante los ¡oles!, y los gritos de aprobación de la canalla –Lope de Vega dixit-, de este lugar de respiro y de divagación y de reflexión ciudadana que es esta Mi Oficina. Ya recuperado el aire, ya tranquila mi alma después de ese abrazo, ya después de otro trago tequilero, pensé en los otros mexicas que sufren el acoso de los soldados en las carreteras, en los ejidos, en los ranchos, en sus casas, en sus negocios. Pensé en los otros mexicas que sufren al viajar por carretera por el otrora libre México de mis recuerdos y en los retenes los hacen pasar como si fueran criminales en potencia. Ante estas villanías autoritarias, es claro lo que los mexicanos golpeados expresan ante los discursos del presidente en turno y de los diputados y senadores: “¡Sí, Chucha! Digo, ¿no? Vale. Abur.