2 de diciembre 2009

Cierto analista político, ante una pregunta, dijo que “si quiere saber más o entender mejor sobre la política, lea usted a Shakespeare.” Qué razón tenía el estudioso de los asuntos que se refieren a lo que debe ser la práctica de la ética y el uso congruente de la ciencia moral en la vida diaria de un país determinado. Está más claro que el agua que cae de los cielos que los polacos mexicas no han leído jamás al preclaro autor inglés de obras monumentales como Hamlet, Ricardo III, Otelo, Macbeth. Y yo, humildemente agregaría a otro autor que yace orondo en el Olimpo de los escritores: Miguel de Cervantes, o sea el que escribió para solaz de la humanidad entera el Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha. Sí, las diputadas, los senadores, los jueces, los gobernadores y desde luego el presidente en turno no han tenido en sus manos dicho libro, y si lo han tenido y leído, no lo han entendido y menos lo han asimilado, pues la clase política mexicana es una verdadera vergüenza para la historia escrita por Morelos, por Zapata, por los Flores Magón, por Juárez, por Lázaro, por Carmen Serdán, por Leona Vicario. Pero el “mérito” que tiene la horripilante derecha mexicana encabezada por el más horripilante PAN y seguido de la mano del no menos maquiavélico PRI, partidos que nos tienen, al pueblo, sufriendo sus insensibilidades y sufriendo sus políticas contrarias totalmente a los lineamientos morales y materiales de la Revolución Mexicana. Esta ha sido traicionada una vez y otra por los calderones, por los salinas, por los foxes, por los zedillos, y hoy, el triste hoy, está dominado por el fascismo gubernamental; hoy, digo se presentan en términos ominosos los mismos motivos que hace cien años tenían los revolucionarios: la tierra la tienen los ricos, las haciendas las explotan los ricos, las minas son de los extranjeros, las playas son de todos menos del pueblo, la banca es extranjera, los sindicatos son vapuleados y los obreros despedidos, los campesinos no tienen apoyos fundamentales, los indígenas viven masacrados por soldados y por los ricos. La lista de traiciones sigue. Mejor le paro aquí no sean que una lágrima corra por mi mejilla. Ya no leeré el Quijote ni Ricardo III ni la Constitución del 17, no, no. Que viva la corrupción y el fraude. ¿No? Digo. Vale. Abur.

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