18 de noviembre 2009

Un bolero, de la gran cantidad de bellas canciones que los compositores mexicanos nos han legado, hay uno que dice: “Nostalgia de sentirme abandonado…” y sigue la letra, pero yo quiero quedarme con este verso. Y es que nuestros diputados tiempo ha que han perdido la brújula. Años atrás dejaron de lado la vocación de servicio, han tirado por la borda la búsqueda del bien común, han olvidado para que los hemos elegido, han traicionado a las amas de casa, a los estudiantes, a las universidades públicas, al campo y al ejido. Sí, por eso tengo “nostalgia” por que así como yo, millones de mexicanos nos sentimos traicionados, “abandonados” por los cínicos políticos mexicas. Sí, ahora se han dedicado a saquear a la nación, a darle la espalda a los Revolución Mexicana, a aliarse con los poderosos intereses capitalistas y a hundir a los campesinos y a los trabajadores del campo y de la ciudad. La Revolución se hizo para buscar el reparto equitativo de la riqueza, y ahora ellos los senadores y los diputados, se reparten equitativamente esa riqueza entre ellos, entre sus primos, entre sus tíos, entre sus hijos, entre su parentela, basta con pensar que ninguno de ellos y de ellas puede resistir una auditoría revolucionaria. Basta con recordar a los bribiescas, a las sahagunes, a los montieles, a los foxes, a los Hanks. Basta con verlos comiendo en los restaurantes de lujo, basta con contemplar sus autos principescos y a los guararuas que los cuidan, basta con ver sus propiedades sultanescas para darse cuenta de la horrible realidad mexicana: políticos inmensamente ricos y pueblo inmensamente pobre. Claro, para guardar ese estado injusto de cosas están los jueces, los soldados, los policías. Sí, porque hay de aquél mexica que se atreva a levantar la voz  porque las bayonetas, las metrallas, los gases y las macanas se cernirán sobre sus cabezas y las mazmorras tendrán sus lindas puertas abiertas para recibirlos con singular alegría fascista. Esos motivos me hicieron cantar el: “Nostalgia de sentirme abandonado…” y para que no se me olvide el resto de la canción me meteré a MI Oficina, le pediré a María unos caballitos de tequila y comeré unos frijoles con harto chile y acompañados con tortillas de máiz morado. Sí, las penas con comida con menos. Ah, claro, a las doce de la noche pasaré por María y…buenas noches.  Digo, ¿no? Vale. Abur.

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