En toda la república –otrora mexicana- se conmemoró el “Día de los Muertos”. Lágrimas y recuerdos grandes. Lamentos y sollozos. Coraje y rabia en los rostros de todos los mexicanos -los de la clase dominada, claro- o sea más de ochenta millones, o sea los pobres, o sea los trabajadores, las amas de casa, los obreros despedidos, los campesinos, los estudiantes, los indígenas, los taxistas, o sea el mero pueblo, o sea la ex raza de bronce, o sea los jodidos, etc. Sí, Día de los Muertos, los muertos por los cínicos y desvergonzados diputados y senadores del prian, que trabajan para “beneficio” del pueblo, o sea los que se “sacrifican” para que las universidades públicas tengan un gran presupuesto, o sea los se “desviven” para llevar a México a las cumbres enhiestas de la properidad, sea los que tienen la nariz larga, larga, más larga de Pinocho, pues esto que dicen son platos de lengua, son discursos vanos y huecos. Por eso el llanto del pueblo, por eso el llanto de los “muertos”, los muertos por los políticos mexicanos que le meten la daga y la lanza y la bala y la bayoneta y la pólvora a los desposeídos, o sea, los Muertos, o sea los “beneficiados” por los pripanistas horrendos. Y se supone que a esos, los diputados, los votamos para que todos vivamos mejor, sí todos, y no nada más ellos y los ricos y los hacendados y los pudientes y los montieles, y las sahagunes y los bribiescas y los foxes. ¿Muertos? Sí, millones y millones de muertos por la ineptitud del señor que despacha en Los Pinos, y que para sobrevivir cuenta con el aval de los maquiavélicos y desvergonzados miembros del partido casi único. ¿Muertos? Sí, millones de muertos por los impuestos pavorosos que aprobaron los polacos mexicas y que lo hicieron par hundir más la triste economía popular, ah, claro, ellos, los pripanistas no tocaron, ni con el pétalo de una rosa, sus sueldos, sus emolumentos, sus salarios, sus bonos, su gasto en guaruras, sus celulares, sus residencias de lujo, sus vinos de princesa y mucho menos tocaron las fortunas de los grandes ricototes, o sea, la clase en el poder tiene más poder y más dinero y los de abajo, la clase dominada, a seguir trabajando, a seguir cooperando para que los ricos sean más ricos. ¿Muertos? Sí, los muertos por el fascismo y por los impuestos canallas. Del coraje ni de María me acordé. ¡Qué horrible cosa! Vale. Abur.